viernes, febrero 09, 2007

¿Qué es la belleza?

Determinar qué es bello y que no lo es, es quizá uno de los más interesantes desafíos intelectuales. Para muchos, a causa de la subjetividad, se trate simplemente de una quimera. ¿Cuándo y a qué objetos es lícito aplicar la categoría de belleza? ¿Es bella la naturaleza, su representación o la relación entre ambas? ¿Qué parámetros rigen a una o a la otra? ¿Existen códigos que trasciendan las normas culturales y temporales? El debate se abre como un abanico que al ramificarse ofrece nuevas posibilidades. Algunas complementarias y otras, llanamente contradictorias.
La belleza puede aplicarse en términos general o podemos optar por hablar de la representación artística en particular, de la mano del talento creativo. No es original señalar que ésta se ve influida siempre por un marco filosófico ya sea de manera implícita o explicita. Esta evidencia se expresa en la historia del arte, en el florecer de los movimientos artísticos y en sus respectivas reacciones. Pero más allá de esta interacción fascinante entre la razón y la creación, resolver qué es lo bello y por qué, conforma uno de los problemas centrales de la estética y ha sido abordada por no pocos pensadores a lo largo del tiempo.

Una de las primeras discusiones al respecto, la encontramos en Jenofonte, en el siglo V a.C. Jenofonte afirmó que existen tres categorías diferentes para el concepto de belleza:

1.La belleza ideal: basada en la composición de las partes
2.La belleza espiritual: el alma, que se expresa a través de la mirada
3.La belleza funcional: las cosas son bellas en tanto que son útiles.

Y es en este sentido que las cosas pueden ser bellas o feas a la vez, esto es, según que fin persigan. Esta idea relativista, será reemplazada por otros criterios de corte idealista, que fueron dominantes por largos años a través de la historia.

Belleza esencial, belleza perfecta

Es así que será Platón quien elaborará las concepciones de belleza que más impacto tendrán en occidente. En primer lugar, tomará de Pitágoras la noción de belleza como armonía y proporción. Y luego, el concepto original de esplendor, según el cual la belleza reside en una suerte de luz ininteligible de la cual el mundo sensible es una mera aproximación: “de la justicia, pues, y de la sensatez y de cuanto hay valioso en las almas no queda resplandor alguno en las imitación de aquí abajo, y solo con esfuerzo y a través de órganos poco claros, les es dado a unos pocos, apoyándose en las imágenes, intuir el género de lo representado.” (Platón, Fedro)

La belleza, en síntesis, es para Platón algo independiente de lo físico de manera tal que no tiene por qué corresponderse con una imagen visual. Esto significa, entonces, que la ésta es suprasensible y está más allá de lo intelectual., por lo tanto, captar lo verdaderamente bello no es algo posible para todos.

Esta belleza idealizada, se potenciará luego con la vertiente pitagórica: la belleza de las formas geométricas, siendo una belleza de naturaleza “abstracta” e ideal se basaba exclusivamente en la proporción y, previsiblemente, en una concepción matemática del universo.

Belleza subjetiva

Esta belleza ideal, pero objetiva, en tanto su existencia depende de la esencia misma de lo bello, se contrapone con la noción de belleza subjetiva en tanto que ésta es relativa a la apreciación del observador. Así pues, con el transcurso del tiempo, el debate filosófico comienza a abandonar la discusión sobre las reglas que permiten construir qué es lo bello (o reconocerlo) y se desplaza hacia los efectos que la apreciación de la belleza produce.

Así en el siglo XVIII, David Hume reflexiona entre éstos dos enfoques contrapuestos: “si bien es cierto que belleza y fealdad, sin más aún que dulzura y amargura, no son cualidades de los objetos sino que pertenecen enteramente al sentimiento interno o externo, hay que admitir que existen ciertas cualidades en los objetos que están adaptadas por naturaleza para suscitar esos sentimientos específicos. (...) Cuando los órganos son tan finos que nada pude escapárseles y al mismo tiempo son tan precioso que perciben cada uno de los ingredientes de la composición, a eso lo llamamos delicadeza del gusto (...) Aquí son útiles, por lo tanto, las reglas generales de la belleza, ya que derivan de modelos reconocidos y de la observación de lo que gusta o disgusta. Hume, Ensayos morales, políticos y literarios.

Pero este cambio en la concepción de la definición de belleza, es nada más que la punta del iceberg. El debate, recién comienza...

¿Qué es La Nada?, nada.

La idea de "La nada" fue el desvelo de muchos pensadores, quizá desde el principio mismo de la filosofía. Y talvez aun existen seres que se deshacen los sesos intentando hallar el núcleo o simplemente que es esa nada.
He aquí algunos personajes que intentaron encontrar la respuesta a aquello que no tiene respuesta, ya que la respuesta seria caer directo en esa nada sin retorno.

Maestros del ser o no ser
Entre los griegos, como común denominador puede observarse que parecen haberse centrado en el problema del ser. En algunos casos tomaron “La nada” como la negación del ser: lo que hay es el ‘ser’ y sólo cuando se lo niega, aparece “La nada”. Pensadores, como Parménides sostuvieron que sólo el ser es, y el no ser, no es. En diferente línea, se ha sostenido que de la nada no devine nada, de manera tal que afirmar tal cosa sería destruir la noción de causalidad y las cosas surgir por azar. Platón procuró comprender cuál podría ser la función de una participación de la nada en la concepción de los entes que son. Aristóteles, sostuvo que tanto la negación como la privación se dan dentro de afirmaciones, porque incluso del ‘no ser’ puede afirmarse que no es. Pero luego, la concepción cristiana instaló la idea de Dios creando el mundo a partir de la nada, lo cual transformó significativamente las bases de la especulación filosófica ejerciendo posterior influencia en la filosofía moderna.

El ser, la nada y el absoluto

Mientras Kant establecerá diferentes categorías de “nada”, será Hegel quien afirmará que el ser y la nada son igualmente indeterminados porque la nada tiene la misma falta de determinación que el ser. Esta idea parte de vaciar al ser de toda referencia tras el objetivo de alcanzar la pureza absoluta: así, purificado, el ser y la nada son lo mismo. La absoluta inmediatez del ser lo coloca en el mismo plano que su negación y solo en devenir podrá surgir como un movimiento capaz de trascender la identificación de la tesis y la antítesis.
Lo inimaginable

Bergson señala que la metafísica siempre ha rechazado la duración y la existencia como fundamento del ser por considerarlos contingentes. Bergson, para resolver esta cuestión, argumenta que la idea de la nada es una pseudo-idea, porque en realidad no se la puede ni imaginar ni pensar y que el pensar únicamente suprime una parte del todo y no el todo mismo: es decir, suplanta un ser por otro ser. La representación de un objeto como inexistente incorpora la idea de exclusión. De ahí que haya más o no menos en al idea de un objeto concebido como inexistente que en la del objeto concebido como existente.

El soporte de la existencia

Heidegger sugiere pensar el problema de “La nada” desde un paradigma diferente: él no se pregunta por qué se afirma que hay una nada sino por qué no la hay. En realidad, lo que pretende observar Heidegger es que la negación de un ente no es sino aquello mismo que hace posible la negación. Entonces, la nada es el “elemento” sobre el cual se sostiene la existencia, y lo que lleva a descubrir el temple de existencial de la angustia. Para los filósofos de la escuela analítica, esta concepción equivale a sostener que “la nada anonada”, lo cual sería algo así como decir “la lluvia llueve”, y por lo tanto, la rechazan por considerarlas rebeldías inaceptables a las reglas sintácticas del lenguaje. Lo más probable es que Lacán haya creído que es una rebeldía, La nada no encaja en la cadena significante, el significado perdido, más bien, el significante. ¡Talvez pueda existir un registro en la cadena de un significante de La nada que Lacán no haya comprendido!.

Impotencia lógica

Sartre, por su parte, acepta y corrige a Heidegger sosteniendo que el ser por el cual viene “La nada” al mundo debe ser su propia nada, porque solo la libertad radical del hombre, permite enunciar significativamente tale afirmaciones.
En síntesis, el supuesto último de los existencialistas es la impotencia lógica para resolver el problema de “La nada” porque ésta solo aparece cuando alguien la enuncia, lo cual es solo posible tras haber trascendido “La nada”.
La Nada no es deducible, es experimentable. Al borde de la locura, cuando los sentidos no responden, sabes quien eres pero caes, esa es la Nada, mi Nada. Solo Uno.

É Isso Aí " Una canción de amor, primavera y libros"

https://www.youtube.com/watch?v=3rn2N0ZbLEQ   ¡Así es! como creímos que iba a ser, la vida tan simple es buena casi siempre. ...