lunes, mayo 12, 2008

Ya me tienes harta Raiban

Cuando Rabian se proponía destruir lo hacia sin remordimientos. La furia se apoderaba de su pecho, que hinchado se tornaba doloroso, vomitivo. La tensión cubría su cuello y los puños se endurecían como su miembro en episodios compulsivos de sexo típicos del fin de semana, vacíos en su pensión de mala muerte.
Las heridas aún no habían sanado, las costras se partían por la infección incontenida, aún así no dejaba su onanismo.
Se miraba al espejo, veía un monstruo, un violador, el único ser capaz de dar tanto placer a quien le dio a luz. Pero ella no estaba, se la había llevado el viento, más bien, la mataron a golpes y la violaron por deber el arriendo, costumbre heredada a Rabian que no dejaba de ser un miserable como ella.
Después de recordar sentado en una silla sin patas, las noches ardientes entre las piernas de su mujer-madre, apareció un vacío más grande que el vientre, pensó que estaba sólo, siempre había sido de esa forma, no tuvo padre, lo abandonó, luego de haberle hecho saber la inmundicia y estorbo que este significaba.
Recordó la escuela, donde todos se burlaban por su rareza, sintió enormes deseos de venganza, dulce, que se convirtió en angustia, no tenia sus manos, estaban rotas, se las había partido sacando su rabia en la pared de su vieja casa. Quiso pensar que los destripaba y los violaba con cualquier objeto indigno, tomo el teléfono y lo introdujo a ese recuerdo por su pelvis, luego a sus labios vaginales que lo volvían loco. Nada era suficiente para saciar el odio, y los enormes deseos de vivir muerto.

Pensó, porqué Dios había desaparecido de su vida, porqué lo abandonó en la niñez. Se sintió ridículo, todas las noches y el tiempo que le llevaba hacer una oración y pedir por los más débiles estúpidamente sin saber que él era el más débil de todos.
[La impotencia me domino, quería amarlo con todo mi dolor, salirme de él para acariciarlo, para que sienta que siempre lo he acompañado, que siempre lo he estado observando, que he deseado que aparezca en mis sueños para tocar todo su cuerpo, recorrerlo con mis dedos, hacerlo sangrar, que grite y llore de emoción]. Pero no está. Raiban se pierde en sus injusticias, clama por favores, pide cuerpos sudados para luego escupirlos, golpearlos, llorar su partida para decir nuevamente “Dios no esta conmigo”, ¡cabrón hijo de puta que cree que lo necesito!
Con la mirada perdida en sus pies poblados de hongos, busca en alguna parte de su fétido cuerpo un poco de lo que dicen o llaman amor. Parece irreal, una creación inhumana para desesperanzar al hombre. Si existe, está en un lugar, lejos de su ruina, perdido como su ilusión.

Llora, por segunda vez en su despreciable respiración entrecortada, siente como la tos vuelve con las pesadillas sobre muertos, la fiebre aumenta y nadie quiere hacerse cargo de este niño. Si pudiera decirle a ella, dueña de sus fantasías, creadora de este fantasma hombre, niño, bestia, mugre todo lo que la extraña, sería diferente, su vida sería distinta, el amor podría cubrir alguna parte de su existencia aunque sea en la hipocresía.
Ríe, sabe que el amor no existe, sabe que nada existe más que su desgracia, no quiere amar otra vez, el amor duele tanto como enterrar todo lo que alguna vez quiso ser y no pudo, duele tanto como enfermar el cuerpo con pastillas que confirman aún mas su dependencia. Duele tanto como saber que nadie quiere ser tú padre, y tú madre que prefieren morir para no hacerse cargo de ti.
Es una perra, siempre lo fue, aún desde la subjetividad, en los ojos de los otros, en los espejos de la playa, en las vitrinas de las tiendas. La odio y la odia, no quiere ser nada más que nadie, quiere ser la nada, ser aquello que no quiso ser nunca. Un Monstruo. Una dulce creación de la aberración y la maldad, que no ama a nadie más que así mismo y su reflejo en otro, en sus ojos, en la mirada ausente.
Impotente de miembro, impotente de alma, ¿Cuándo tendrás un poco de fortuna Raiban? [Tranquilamente en su butaca el espectador fantasma…] ¿Por qué no cierras el hocico? ¿Cuándo serás tan macho para venir aquí y sacarme las tripas?, ¡Hijo de mami!, ¡nene de papi!, tú no te comparas conmigo, el dolor que me revienta los sesos, me parte la tráquea, se siente desde lejos, desde antes de nacer, en la noche antes de dormir como nunca lo he hecho, en la cara de mi padre, en los ojos de los perros, fetos muertos con los ojos abiertos que se ríen de mí patética existencia.
No quiero escucharte, vete, lárgate de aquí, lleva tú pestilente aliento en la boca de otra mujer, o tálves un chancho, no lo sé elige, por alguna vez en tú vida pendejo, ¡elige!

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É Isso Aí " Una canción de amor, primavera y libros"

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