viernes, septiembre 07, 2007

Siempre Raiban

El mismo cigarrillo de siempre, húmedo, mal oliente, siendo el mismo cigarrillo de siempre. Mirándose al espejo, Raiban pierde el sentido, se sobrecoge al ver su mirada tan abandonada. La ventana chorreando gotas de supuesta agua, que en sus ojos, no es mas que orina pero en el vidrio de la cama. ¿Cómo, poder pretender ser el mismo si nunca a sido si mismo, y no es mas que el mismo, en una escena de supuesta vida prestada por una madre que no existió y lo abandonó cuando era pequeño?
Mordió sus dedos, fuertemente hasta arrancarse un trozo. Sabia delicioso, todo aquello que fluía de su cuerpo era delicioso. Observó detenidamente sus manos, sucias, fétidas, hace un momento las había tenido en sus testículos. Era la única manera de excitarse cuando su cuerpo ya no respondía al estimulo.
Una rabia repugnante se apoderó de su mente, se levantó de su silla, pensando en que no tenía dinero para pagar el arriendo. Le pegó a su cabeza nuevamente contra la estufa. Se quebró la nariz por tercera vez, pero esta vez, no pretendía cura. Su cuerpo se adelantó a su reaccionar, se miró al espejo, hablándose así mismo por lo estúpido, imbécil, tarado ser que era dueño de ese cuerpo. No dueño, era un préstamo. Quería llorar, lloró pero por dentro, las lágrimas estaban tan encostradas que salía pus en vez de agua. Miro su paupérrimo estado, él, y recordó tiempos aquellos, en que espiaba a las vecinas cabronas cuando invitaban a los esposos de sus amigas para saborearles su miembro de mejor manera que la supuesta esposa. Siempre deseo darle una lección placentera a esas zorras. Se imaginaba así, de pequeño, que le crecía un enorme pene con el cual abofetearía los labios rojos de frutilla de la mujer, y la penetraría con tanto gozo que haría que sus intestinos fueran expulsados por cualquier parte que tuviera agujero. No pudo resistir el recuerdo, se dirigió a la ventana de la pieza oscura que daba al galpón de la vecina, allí estaba ella, una dulce mujer, con 5 hijos, todos hombres y una difunta hija que murió envenenada con los excrementos de su madre, en el vientre. Sintió que su miembro respondía a la dulce mirada de la mujer y el recuerdo de su vecina de la infancia. Se desprendió un grado de conciencia de su conciencia, la idea era disfrutar del momento conciente pero involuntario. Bajo las escaleras, llego al patio, pateo un gato recién nacido que convulsionaba antes de morir, le hizo un favor. Pero no murió. Salto una muralla, protegida con cristales de las botellas del marido de la arrendataria que murió de cirrosis (Algo había que hacer con la colección de botellas) un momento antes de comenzar a hilar esta historia real. Se bajo el cierre del pantalón, puso sus manos allí, en su genital cubriéndolo y a la vez frotándolo. Dio un gran golpe en la puerta, y ordenó a los niños salir de la casa. Todos lo miraban con ojos de dulzura, uno de ellos se acercó y le dio un abrazo, salieron de la casa, y sonrieron.
Solo él, solo ella, mirándose fijamente, estas miradas le provocaban a Raiban enormes ganas de vomitar, lo hizo, sobre su falda con llamativos diseños de muñecos de nieve. El dolor en el pecho se intensificaba cada vez que sus manos querían alcanzar los muslos de la mujer. Ella dijo una palabra, pero el no la escuchó, se abalanzó sobre ella, y le incrusto sus dedos en la boca. Desesperadamente con la otra mano tomo su miembro, sin quitarle la mirada de los ojos, introdujo el cicatrizado e infeccioso pene en su vació. Ella gritó, gritó mucho, luego comenzó a cantar una canción de cuna que le encantaba a Raiban. En el camino, sonreía y acariciaba su nariz, o el hueso que sobresalía por ahí. Él le decía que en sus ojos veía a su madre, a su madre que amaba tanto y odiaba tanto.
Nuevamente se apoderó de él esa furia infernal, su pene comenzó a crecer exuberantemente, en esos momentos sentía como todo dentro de la mujer se deshacía, sus órganos se separaban de sus hilos sostenedores para llegar rápidamente al esófago, que luego también se deshiló. Mientras el color de su intestino eran visible en su bella boca, Raiban observó un colgante con la foto de los esos hermosos niños que se parecían a él. Eran él.
De pronto todo se volvió rojo, apareció un mar, rojo, y él en su bote, rojo, miraba como el mundo era succionado por su propia maldad.Cerró los ojos y despertó en su cama, no estaba tan fría como de costumbre, se levantó lentamente, fue a la ventana de la pieza oscura, el sol iluminaba alegremente el ambiente, echó un vistazo, y como hace mucho tiempo no pasaba, sus ojos derramaron agua que desprendió las costras que tanto le molestaban. Sonrió, como alguna vez cuando era niño, volvió a sonreír, canto esa canción de cuna que tanto le gustaba, y se voló los sesos…y.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Raiban Lossen, curiosamente su nombre era la esperanza de un buen futuro para este feto alcoholizado, mala suerte, como la de tantos otros.

É Isso Aí " Una canción de amor, primavera y libros"

https://www.youtube.com/watch?v=3rn2N0ZbLEQ   ¡Así es! como creímos que iba a ser, la vida tan simple es buena casi siempre. ...